La diferencia de la intensidad y tonalidad del aura de una persona a otra se asocia comúnmente con distintos aspectos emocionales, mentales y espirituales.
La coloración del aura era mayormente utilizada en la medicina. FREEPIK
El concepto del aura de una persona proviene de las creencias espirituales de la parapsicología. Se describe como un campo de energía humana que cubre el cuerpo y es visible según el avance espiritual de una persona, pero únicamente algunos individuos con habilidades psíquicas o sensitivas pueden verlo.
La intensidad y tonalidad del aura de una persona a otra se asocia comúnmente con diferentes aspectos emocionales, mentales y espirituales.
De acuerdo con la red de revistas científicas ‘SciELO Cuba‘, el concepto de aura proviene desde la antigüedad, en donde los personajes con gran relevancia histórica eran representados con esta característica energía alrededor del cuerpo.
Por ejemplo, en el antiguo Egipto, las diosas y los dioses eran representados con una aureola en la cabeza. Este fue conservado con el paso del tiempo, y otros personajes santos como Moisés, Buda y hasta Jesús habían tenido su propia energía.
En México ocurría algo similar, en los templos de Chichen Itza, existe un grabado de lo que parece ser un sacerdote maya que tiene un aura lumínica alrededor de su cuerpo.
La coloración del aura era mayormente utilizada en la medicina. Según se cree, la energía puede dar pistas de los padecimientos antes de que se presente algún síntoma físico en el cuerpo humano.
El color blanco en el aura a menudo se interpreta como un símbolo de pureza, paz, iluminación espiritual y armonía. “Son personas a las que les atrae la vida tranquila y familiar”, explica ‘SciELO‘.
Estas características también las comparte el portal ‘MysticMag.Com’, y agrega que tener el aura blanca es bastante raro, ya que también es un símbolo que indica un “poderoso vínculo con el reino espiritual en el momento presente”, detalla.
Cabe señalar que la existencia del aura y sus interpretaciones de colores provienen de creencias y filosofías espirituales, por lo que no se puede considerar como verdadero, bajo el contexto de la evidencia científica.